Es
verdad que el sábado salí del estadio Cartagonova como muchos de vosotros, dolido,
disgustado y pensando que lo que queda de aquí al final de la liga va a ser una
larga agonía y que lo mejor era aceptar ya lo que parece inevitable. Pero no, me niego a ello. ¿Qué conseguimos
rindiéndonos ya? ¿Qué conseguiremos atacando a los que nos tienen que sacar de
hay abajo? ¿Qué conseguiremos peleándonos entre nosotros diciéndonos si es
mejor rendirse o seguir luchando? ¿Con ello vamos a conseguir algo? ¿Salvar la
categoría? ¿Qué seamos más fuertes y consolidarnos como club? Sabemos que no. Por eso yo no quiero
rendirme, ni que ni mi equipo ni mi afición se rindan. Quiero que todos juntos
luchemos hasta el final.
Y si al final el resultado no es el que
todos deseamos, que nadie pueda decirnos nunca, jamás, que no hicimos todo lo
posible en pos de conseguir nuestro sueño.
Por eso, por mi mismo y por todos vosotros,
los que compartís las penas y las alegrías conmigo en las gradas de nuestro
estadio, aún estando muy dolido con el resultado del pasado sábado, quiero ser
fuerte y transmitiros mi energía, mi
fuerza, mis ganas de luchar para insuflaros ánimos y que sigamos luchando. Seamos como el ejército de Aníbal. Luchemos
por lo que queremos. No bajemos los brazos. Se ha hablado mucho y bien los
últimos años de la Armada Blanquinegra.
Sintámonos orgullosos de ello y sigamos luciendo orgullosos los colores de
nuestro equipo.
Nuestra
mayor gloria no esta en no haber caído nunca, sino en levantarnos cada vez que
caemos. La derrota del sábado fue tan amarga como el sabor de la tierra tras
caer noqueado sobre el duro y frío suelo. Pero precisamente el saber que si
somos capaces de levantarnos seremos más fuertes es lo que tiene que darnos
fuerza para llenar los pulmones de aíre y gritar con fuerza: “Yo si soy del Efesé”.
Algunos
hemos vivido muchos años las desventuras de nuestro equipo por la segunda B e
incluso por la tercera división. Estamos curtidos en campos incluso de tierra,
en instalaciones tercermundistas. En encierros de jugadores por no cobrar. En
presidentes que incluso eran detenidos por sus presuntas incursiones con el
tráfico de determinadas sustancias o en presidentes que vinieron “a
llevárselos”. En que una jugada desdichada nos privara un ascenso o nos mandara
al pozo de un descenso. En que un arbitraje “polémico” nos birlara el poder
soñar. Por eso, por todo lo que hemos pasado, ahora que los más débiles abandonan
es cuando tenemos que estar orgullosos de ser del Efesé. Y los más jóvenes, los
que no han vivido todas esas desventuras y se han sumado a la efesemanía de los
últimos años, tienen también que luchar por que sigan estos años de vinos y
rosas.
Era muy fácil ser del Cartagena cuando íbamos
líderes, cuándo ganábamos 1-4 a
nuestro eterno rival, pero es ahora, cuando las cosas no van tan bien cuándo
tenemos que demostrar de que “pasta” estamos hechos los descendientes de
aquellos aguerridos guerreros y estar orgullosos de ser del efesé, del Fútbol
Club Cartagena. Los demás, que sigan siendo de su Barsa y su Madrid, esos que
siempre les dan alegrías. Otros, nacimos para sufrir y para luchar.
Por
encima de las personas, esta el Efesé. Su escudo. Su camiseta. Eso, nunca me lo
quitaran. Nadie. Ni Paco Gómez con sus continuas amenazas de llevarse el club.
Ni los periodistas carroñeros que se regodean de nuestras desgracias y
confunden sana rivalidad con venganza y odio visceral. Mi alma y mi sangre son
de color blanquinegro y eso nunca me lo podrán arrebatar.
¿Que
nuestros jugadores no corren lo suficiente? Pidámosle que corran más. ¿Qué
nuestros dirigentes toman decisiones erróneas? Pidámosles que se corrijan. Pero
siempre, siempre, estemos hay.
Hace
muchos años que el premio Nobel de literatura Jacques Anatole France, dijo “nunca
se da tanto como cuando se dan esperanzas”, por eso, por que todos los
seguidores del efesé sois mi familia, sangre de mi sangre, os doy todas mis
esperanzas. Sé que juntos, podemos.
Pencho
Angosto
Un
aficionado más.